FASES DEL MATRIMONIO Y SUS CRISIS TÍPICAS
El matrimonio no es una institución estable e inalterable, no es un estado sino un proceso dinámico. Todo matrimonio pasa por fases con sus crisis típicas, que caen dentro de lo esperable y en cuya solución se sustenta la estabilidad del matrimonio. El intento por eludir las crisis puede manifestarse dentro de varias formas: idealización del matrimonio, establecimiento de tabúes, aplicación de normas sociales o religiosas, etc.. Hoy se ve, sin embargo, una tendencia de las parejas jóvenes en tratar los problemas de frente, tratando de mantener una terapia matrimonial constante, solucionando cada problema apenas se esboce. No es patológico que se presenten las crisis conyugales, la patología surge en el afán de eludir estas crisis normales e inevitables que implican la madurez del matrimonio y de sus componentes.
El matrimonio abarca casi toda la vida adulta, atravesando varias fases de distinta intensidad, intimidad y motivación; el cambio de una a otra exige gran flexibilidad y capacidad de adaptación.
La fase de formación de pareja estable.
Durante la época en que el joven está tratando de configurar sus aptitudes personales y sexuales, éste cambia de pareja frecuentemente, sus relaciones pretenden demostrarse a sí mismo, o a los demás, que puede conquistar una pareja. Las configuraciones de las parejas a esta edad son fuertemente narcisistas, inconstantes, en las que cada uno intenta probar sus posibilidades y límites. Con el tiempo, las relaciones son menos lúdicas, se van haciendo cada vez más irreversibles y dirigidas progresivamente al asentamiento en la vida. Se va haciendo más necesario para el joven contar con un compañero que lo comprenda en todas sus dimensiones.
El elegir una pareja significa el no elegir cualquier otra, lo que lo convierte en una decisión difícil. Además de excluirse de otras relaciones, la nueva pareja se excluye de su familia de origen, lo que puede originar una serie de dudas y temores. De hecho, en la época anterior a las bodas, existe una gran incidencia de depresiones, reacciones de huida, neurastenia, angustia, por ejemplo.
Si existiese una debilidad latente de la identidad, ésta no se revelaría hasta el momento de intimidad sexual de la relación amorosa, las que transformadas en obligación, podrían llevarle a una pérdida de la estructura de identidad.
La fase de estructuración y producción del matrimonio
Abarca los primeros años del matrimonio y generalmente es la más activa. Los esposos tratan de configurar su identidad como pareja y lograr un lugar en la sociedad como entidad separada.
El encontrar el estilo de vida adecuado les lleva un sinnúmero de discusiones respecto a valores, horarios, responsabilidades, dinero, etc. donde la serie de exigencias y pruebas que se imponen dentro de la convivencia actúan como estimulantes al desarrollo de ambos y la formación de su identidad.
El Yo en el matrimonio debe incluir al segundo Yo del cónyuge, contemplando sus deseos al mismo tiempo que los propios, lo que puede significar una disgregación del ensamblaje de la personalidad individual, en un principio. Por ejemplo, en la problemática de la proximidad y la distancia, cada esposo debería aprender que es necesario un poco de distanciamiento y que las características distintivas del cónyuge son una ampliación de las propias.
Si el matrimonio decide tener descendencia, se genera otro problema principalmente ligado a la mujer, quien tiene que decidir sobre muchos tópicos que inciden directamente sobre su estilo de vida presente y futuro, donde podría surgir un sentimiento de rivalidad en relación a los privilegios del papel masculino. Al llegar los hijos se produce un cambio radical dentro de la relación de pareja: se ven afectadas las expresiones de cariño, surgen los celos, etc., en que su resolución determina importantemente el curso posterior del matrimonio.
La crisis de los años de la mitad de la vida
Durante la fase anterior se ha creado una cohesión diádica que cambia radicalmente en esta época. Los objetivos que los unían ya no están, porque en general están cumplidos o reavaluados de forma más realista, las carreras profesionales y el status familiar está adquirido, los hijos ya no necesitan mucho de su presencia. Sobreviene una segunda crisis de identidad, pudiendo estallar resentimientos contra el matrimonio.
Algunos maridos comienzan a evaluar que el matrimonio les ha restado oportunidades de desarrollo, se irritan con su señora independiente de si ésta es dulce o neutral, se plantean dudas; algunos pretenden divorciarse y otros incurren en relaciones extramatrimoniales. La mujer necesita desarrollar otra actividad cuando crecen sus hijos, se considera menos atractiva, se siente sola, le es difícil mantener la igualdad de valor con su marido quien está en la cúspide de su carrera, etc.
Se reduce la fuerza del "Yo común", los grupos del mismo sexo de cada consorte se convierten en dueños de la gran parte del tiempo y la confianza.
Puede que se busque un psicoterapeuta, que se dedica a la aclaración de las perturbaciones conyugales, pero siempre respetando la voluntad de los miembros del matrimonio en relación a su modificación o separación. Como se lleve esta crisis puede ser determinante para la madurez, el ver las faltas cometidas puede llevar a reconciliarse consigo mismo y con su cónyuge.
La vejez
Dentro de este período se dan muchos cambios externos a la voluntad de la pareja, por lo que ésta se una más estrechamente y la igualdad de valor frecuentemente favorece a la esposa, los cónyuges dependen más el uno del otro y enfrentan el mismo entorno. Tal vez, el exceso de dependencia puede causar algunos problemas por cuanto cada uno quiere ser independiente pero que el otro sí dependa de él.
Si ocurre la muerte de alguno, se convierte en un suceso especialmente triste porque involucra no sólo el quedar solo sino el depender de una tercera persona.
Cada fase configura nuevas condiciones en el interior y exterior del matrimonio a las que resulta difícil adaptarse. Depende de cada pareja el conducirlas hacia el enriquecimiento o hacia el quebrantamiento y la disolución.